viernes, 1 de mayo de 2015

El último lobo (Jean-Jacques Annaud)

Me da algo de rabia pensarlo, pero es posible que el visionado de esta película me haya pillado no del todo receptivo, porque no he acabado de disfrutarla todo lo que esperaba, al mismo tiempo que, mientras la veía, comprobaba que tiene muchos de los elementos de contenido y de forma que me suelen agradar en el cine (e incluso en la vida misma), y no exentos de calidad, cosa que en cualquier caso era previsible, teniendo el cuenta la temática y el director.

Tal vez sea ese aspecto previsible lo que esta vez me ha pesado más en la receptividad, como me viene pasando en general en la montaña desde hace tiempo: De tan visto como lo tengo, ya no me sorprende tanto.

Aunque también podría ser, al mismo tiempo, algo perteneciente a la propia película. No exclusivamente por culpa de ésta, sino por la relación entre su estilo y mi costumbre cultural (o falta de ella) en lo que a cine se refiere. Algo que ya me pasó con una película de estilo y ambiente más o menos similares, de la que hablé por aquí: El clásico de Akira Kurosawa Dersu Uzala: Director japonés, escenario entre China y Rusia. En el caso de El último lobo, estamos hablando de un film producido y rodado en China, con actores chinos, dirigido por un realizador francés, que para más inri mezcla con frecuencia su estilo natural con formas y técnicas del cine comercial estadounidense, como ya mostró por ejemplo en Siete años en el Tíbet. Esto último queda de manifiesto en la épica subrayada por la –por otro lado brillante- banda sonora de James Horner, así como en las espectaculares y muy meritorias escenas de acción, con potentes planos aéreos y retoques digitales prácticamente imperceptibles; pasa lo mismo con el 3D, pero no lo voy a tratar porque la vimos en 2D (y tampoco me la imagino especialmente idónea para la tercera dimensión, la verdad).

Quizá esa mezcla de espectacularidad hollywoodiense con la narrativa típicamente delicada del cine francés y la cultura y diálogos de una China rural me dejó un tanto desconcertado en lo que a transmisión de emociones se refiere. A partir de aquí (o de mi, insisto, tal vez poco receptivo ánimo de aquel día, o bien de ambas cosas), me parece que ni la crítica que podría hacer sería del todo justa, ni los aspectos más positivos e importantes –en relación a la temática de este blog, que tiene bastante- quedarían reflejados como me habría gustado. Dicho esto, no se trata de que la película no me haya gustado, sino de que lo ha hecho en menor medida de lo que esperaba. Así pues, en cualquier caso me queda mencionar esos elementos que hacen a El último lobo especialmente apta para salir en una entrada de este blog, y que desde luego creo que en general merecen una valoración favorable.

Por un lado, el mensaje: Otra muestra más de cómo la naturaleza tiene una lógica inquebrantable que el ser humano se empeña en cambiar con su propia “lógica” caprichosa, lo que provoca una respuesta de aquella que le perjudica a él mismo. Es una idea parecida, y con la misma temática-metáfora, que en otra película que me gustó mas y de la que ya hablé, la española Entre lobos. En ambos casos se agradece, además, que no caigan en el error del exceso ecologista, tan manido a estas alturas, y que tanto daño ha hecho a la credibilidad del propio mensaje, si bien en la de Jean-Jacques Annaud se moja algo más, lo que hace que me quede con la naturalidad de la rodada por Gerardo Olivares (que por otro lado se centraba más en el aspecto humano). Hay mensajes que hablan mejor por sí solos. En cualquier caso, El último lobo no cruza la raya hacia lo maniqueo, ni mucho menos.

Por otro lado, la estética del film. Poco que decir ante los preciosos y apacibles paisajes de la estepa china, maravillosamente trasladados a la pantalla en estupendos planos panorámicos, repletos de luz, de belleza y de color, y de nuevo sin perder el tono de naturalidad propia del ambiente, sin caer en retoques superfluos. Esa traslación al cine de los ambientes naturales y rurales, que sin duda son los que me suele pedir el cuerpo y el ánimo –aunque ahora no tanto como antes, como dije al principio-, y que suele dar lugar a obras muy estimables (dos de ellas mencionadas aquí), porque creo que cine y naturaleza casan muy bien, es posiblemente lo que más me gustó de la película…

…Pues sí, otra vez más preferí la “música” antes que la “letra”, como en la anterior entrada sobre cine (y que de hecho es el post inmediatamente anterior a éste): 2001:Odisea del espacio. Aunque es cierto que, en este caso, el no apreciar por igual la letra me ha dejado un poco contrariado, de la misma manera que en la película de Stanley Kubrick es probable que el disfrute del argumento haya reforzado al de la estética.

P.D.: También estoy pensando que es posible que en lo de la “música” vaya incluido el estilo narrativo, que en el caso de El último lobo ya he dicho que no me ha convencido del todo, así que igual me estoy haciendo la picha un lío…