martes, 29 de septiembre de 2015

Sierra Nevada, Valle de Estós y El Cancho: Reconstruida la isla del montañismo



A riesgo de resultar repetitivo en la temática “Inside Out”, me veo obligado a revisar las conclusiones a las que llegué tras en la entrada sobre el Midi d`Ossau, ya que las experiencias montañeras vividas durante el pasado mes de agosto me han llevado a otro punto de vista, bastante más positivo si cabe que el reflejado entonces. Dije que las emociones parecían estar más contenidas… ¡pues toma ración de nuevos recuerdos, no sé si esenciales, pero sí imborrables!


Sierra Nevada




En Sierra Nevada me reencontré con las viejas excursiones tipo travesía de gran desnivel y kilometraje, de varios días, con macutón a la espalda, y paisajes montañosos verdaderamente imponentes, a un nivel que diría que no experimentaba desde hacia tres años, cuando conocí los circos de Oulettes de Gaube y Gavarnie. No es que las emociones se manifestaran a lo grande, pero por un lado me sentí con ganas de andar, de ascender, de alcanzar nuevos tresmiles; y por otro me volvió a absorber y evadir la grandeza de un paraje de dimensiones impresionantes como las caras norte de La Alcazaba y El Mulhacén, cuando están tan cerca que parece que se te van a caer encima. Era algo que también llevaba tiempo sin percibir como en esta ocasión, pero de momento sin alcanzar el éxtasis contemplativo.





Era una ruta añorada desde hacía muchos años, tantos como los que pasaron desde la primera vez que subí a la cima de la Península Ibérica en 2003, y quise recorrer aquel valle que se veía desde arriba hasta la idílica Laguna de la Mosca. Sin duda ha formado parte esencial  de este final del proceso de reconstrucción de la isla del montañismo, y es curioso que la última vez que estuve en Sierra Nevada fue la que dio lugar al famoso replanteo o paréntesis, del que tanto he hablado por aquí, y cuyos efectos sobre mi afición a la montaña, aunque con altibajos, podrían parecerse lejanamente a la paralización de las islas y confusión de las emociones en la película de Pixar.






Descripción en Pirineos 3000



Valle de Estós




En este nuevo viaje al Pirineo es donde mejor se ha manifestado la metáfora con Inside Out. Nuevamente ha sido un periplo montañero con ganas de esfuerzo deportivo y resultados satisfactorios, acompañados del disfrute de un paisaje embriagador, tan bonito y bucólico por su vida y color como espectacular por sus altivos desniveles.






Pero sobre todo ha sido, como decía, el lugar donde he recibido otra verdadera lección emocional, saboreando un momento inolvidable. Esto tuvo lugar durante el objetivo principal del viaje, quitarme la espina del intento fallido de ascensión al Perdiguero, cuatro años antes. Al llegar al Collado Ubago, donde conecté con la ruta que hice entonces, y reconocer de nuevo el maravilloso paisaje del Valle de Literola, registrado en mi memoria en aquel día de tanto esfuerzo aparentemente infructuoso, el recuerdo (tal vez esencial) activó mis emociones de una manera que no sentía en la montaña desde la Ascensión al Mont Blanc, pero además con una intensidad multiplicada, y una posibilidad de desahogo absoluta, sin ningún tipo de pudor, al estar completamente solo en ese momento. Felicidad de la de verdad, de la que hace llorar a moco tendido mientras te es imposible borrar la sonrisa que tienes dibujada en la cara. Ya sabía que esta vez sí iba a llegar a la cima del Perdiguero, pero eso era lo de menos, pues también sabía que el momento culminante era ese, aunque aún me quedaran 500 metros de ascensión, que en cualquier caso hice, para comprobar que efectivamente la cumbre fue más anecdótica que emocionante. No siempre la recompensa está arriba del todo, pero hay que tener el objetivo de alcanzar la cima para poder pasar por todos los lugares que te pueden hacer sentir algo especial. En cualquier caso, eso de que Alegría estaba como agazapada últimamente, como dije en la entrada del Midi d´Ossau, se borró de un plumazo en ese momento del Collado Ubago.






Los dos días restantes del viaje, ya con la mencionada isla del montañismo conscientemente reactivada, me llevaron a sensaciones más relajadas pero en cualquier caso más entusiastas que la mayoría de las de los últimos meses (y años) en la montaña. De nuevo como en Sierra Nevada, estaba con ganas de conquistar, no cimas ni trofeos, sino recuerdos, imágenes, satisfacciones por ver que sigo teniendo capacidad para lograr lo que me propongo y disfrutar lo que la naturaleza nos ofrece. El día de los Picos de Clarabide y Gías en plan deportivo, sumando más tresmiles que nunca en un solo día, y el del regreso a Benasque necesitando parar cada dos por tres a empaparme de las bellezas del Valle de Estós, porque el cuerpo me pedía, como un niño, disfrutar de cada salto de agua que iba encontrando en el tramo de las Gorges Galantes. Una sensación de perder la noción del tiempo, alcanzando el mencionado éxtasis contemplativo, que hacía mucho que no me ocurría.






Descripciones en Pirineos 3000:

Perdiguero.

Clarabide y Gías.


El Cancho




En comparación con todo lo vivido durante el mes previo, desde el Midi d`Ossau, El Cancho parecía a priori un objetivo de menor relevancia, pero al mismo tiempo tenía su motivación en el hecho de ser mi tercer intento a esta montaña más o menos olvidada de Gredos. Posiblemente la ilusión previa habría sido mayor sin los éxitos inmediatamente anteriores haciendo sombra, aunque también estaba el hecho de sentirme, ahora sí, nuevamente “on fire” en el ánimo montañero, el cual no habría sido el mismo sin el Midi, Sierra Nevada y el Valle de Estós (paradoja). Por otro lado, el recuerdo (esencial o no) en este caso del primer intento me retrotraía a vivencias personales que sí son, seguro, básicas de aquella época de mi vida y para el resto de la misma, en lo que se refiere a mi familia.




El desarrollo de esta ascensión estuvo nuevamente caracterizado por una estrategia montañera basada en un ritmo de marcha perseverante, deportivo, huyendo de la pachorra, tomando el objetivo de hacer cima como un reto que había que cumplir sí o sí, aunque por la marcha pudieran surgir apetencias más contemplativas. Ya en la bajada me lo pude plantear de otra manera. Y aunque a la tercera fue la vencida, tampoco me lo tomé en plan triunfal ni mucho menos. Disfruté más de lo vistoso y salvaje del entorno, más de lo que esperaba, y de la sobrecogedora soledad en mucha distancia a la redonda.




En la cima, quise buscar la emoción esta vez con la ayuda de la música; tras varias canciones que no surtieron efecto, la encontré cuando mis pensamientos, de nuevo centrados en cuestiones familiares y en etapas de mi pasado, quedaron fundidos con la preciosa balada “Dante´s Prayer” de Loreena McKennit, haciendo que en este caso apareciera Tristeza manejando los resortes de mi mente. Y mientras Loreena insistía con la frase final “Please remember me”, yo pensaba ¿cómo voy a olvidarte, si eres mi pasado, y sin ti no puedo explicarme lo que soy? Sin ti no estaría ahora aquí arriba, contemplando este último paisaje de mi agosto de 2015.



Y sí, como en la película, necesitaba también esas lágrimas de Tristeza, tanto como las de Alegría en el Collado Ubago.

Descripción en Pirineos 3000.



¿Y ahora…?

Porque claro, por muy reconstruida que parezca que está de nuevo la isla, con sus nuevas y actuales características, de la misma manera que se ha vuelto a levantar puede volver a caer. También parecía que tras el Mont Blanc estaba de nuevo motivado, pero precisamente la dificultad de superar algo así volvía todo lo posterior demasiado modesto. Y nunca falta el riesgo de una mala experiencia psicológica puntual, muy de Inside Out, como fue algún momento de Semana Santa de 2005 en Aigüestortes…

De momento, mi idea es agarrarme a lo que creo que ha impulsado silenciosamente que estos viajes de este verano hayan dado tantos frutos anímicos, y que no es otra cosa que la constancia. La constancia en la búsqueda de la exigencia física en excursiones, que ya tuvo un primer capítulo en diciembre de 2012, germen de la motivación para el Mont Blanc, y que más tarde ha dado lugar a esas ascensiones “contra el cronómetro” que, en contra de lo que nunca habría pensado, me están resultando muy entretenidas, y caldo de cultivo para proponerme proyectos un tanto firquis, pero en cualquier caso atractivos y activadores del ánimo (posiblemente hablaré de ello por aquí en algún momento). De momento ya he disfrutado de dos excursiones en septiembre siguiendo esa dinámica, en La Maliciosa y La Covacha, y el cumplir con lo planeado y sentirme tan bien físicamente me sigue impulsando a ir a por más. Paralelamente, lo experimentado en cuanto a crecimiento y aprendizaje con la escalada en los últimos tres años es otra metáfora de esa misma constancia (también tengo pendiente hablar de ello).



Al final, partido a partido, se acaban logrando cosas. Y eso vale para todo, para la vida misma. Pero nunca si no hay algo más que la simple anécdota de “tocar el hito de la cima”. Hay que subir, pero con el objetivo de sentir.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Everest (Baltasar Kormákur)

Desde que leí “Mal de altura” de John Krakauer tengo pendiente dedicarle una entrada, pero también es verdad que lo quise dejar pospuesto a la lectura del otro libro que se escribió acerca de los hecho acaecidos en el Everest en Mayo de 1996, “Everest 1996” de Anatoli Bukreev. Ahora que iba a estrenarse la película basada en la misma historia real, había pensado incluso que la entrada podría haber conjugado las tres obras en un mismo post, pero vista la película, creo que esta va a aportar poco o nada, argumentalmente, a lo que seguramente ofrecen los libros (desde luego ya lo sé en el caso del de Krakauer), así que haré un no muy extenso comentario acerca del film, una vez visto.

En resumidas cuentas ya lo he dicho: Los hechos narrados en “Everest” de Baltasar Kormákur no dicen nada que no se supiera ya. La película es visualmente espectacular, más o menos emotiva, y no cae en excesos sensacionalistas, que es lo que aparentaba el tráiler, y todo eso se agradece. Pero el trasfondo de la historia reclamaba algo más de “chicha”. Entiendo que, dada la polémica que generaron en su día tanto los sucesos como el propio libro de Krakauer, tal vez los realizadores no se han atrevido a afrontar más de cara el drama y sus interpretaciones, limitándose a una exposición bastante aséptica. Pero eso último tal vez también habría sido posible sin dejar de lado una visión algo más profunda, más humana y racional de los hechos. A mi juicio queda un tanto plana en cuanto al guión, casi tipo documental, exceptuando algunos detalles.

Junto a todo ello, las frases sobre enfrentarse a la montaña y no a los otros montañeros, o sobre las razones emocionales que llevan a una pasión tan arriesgada, resultan estar más que repetidas a estas alturas. Para el aficionado al alpinismo que acuda al cine no habrá ninguna aportación que no haya leído antes en muchos libros (o mejor, sentido por sí mismo), y para el aficionado al cine pero neófito en montañismo, más allá de ver una decente película de acción, probablemente la sensación será la que ya tiene gracias al tratamiento mediático de este mundo: Que todo lo que tiene que ver con el alpinismo parece estar única y exclusivamente relacionado con los accidentes mortales. No me imagino cuánta gente iría a las playas si sólo se hablara de los que se ahogan en las mismas (este verano es la primera vez que se recoge el dato, y han sido unos 150 en España), o qué pasaría si en vez de anuncios de coches se pusieran imágenes de accidentes mortales en carretera…

Al final, los montañeros siempre echaremos en falta películas que traten la parte amable de la montaña, y que realmente trasladen el sentimiento que lleva a explorarlas, junto con las sensaciones que se viven arriba, y que más allá del logro de su conquista (que tampoco difiere en exceso de otras historias típicas sobre el éxito), conlleva una interiorización que pocos directores de cine deben ser capaces de plasmar, y sobre todo muy pocos estudios deben estar dispuestos a financiar. Si no hay muerte, no hay de lo que hablar.

Sobre el trasfondo de la historia real, espero poder escribir por aquí alguna vez, cuando como he dicho haya leído el libro de Bukreev, pero puede que para entonces también tenga que revisar el de Krakauer…

sábado, 19 de septiembre de 2015

Inside Out: ¿escapar de la nostalgia o hacia ella?

Dije que dedicaría un post al último título de la factoría Pixar, ya que es una de las películas que más me han tocado la fibra en muchos años, pero que antes la vería por segunda vez. Ahora que ya había cumplido con esto, no sabía qué expresar exactamente ni cómo, sobre todo sin repetir lo obvio o lo que ya se ha dicho en múltiples medios, pero en el fondo había una manera interesante y sincera –por mi parte- de tratarlo, en la que además el título de la entrada quedaba niquelado con el del blog (y no es postureo, salió así de forma natural, lo juro).

Tras el primer visionado de Inside Out, la sensación es que prevalece el asombro ante el poder narrativo de la cinta; cómo consigue tratar un tema tan complejo como la psicología de manera que resulte liviano, didáctico, divertido, emocionante, fantástico e incluso épico, mezclando tantos conceptos y sin decaer jamás en el ritmo, a pesar de sus muy diferentes facetas y tempos. Por supuesto que los detalles más intimistas también calan, y mucho, pero como una más de todas esas características.

Sin embargo, la segunda vez la película me pareció menos complicada; en contra de lo que esperaba, no encontré muchos más detalles de los que percibí mes y medio antes. Volvió a parecerme una genialidad narrativa, porque volví a disfrutarla de principio a fin sin que decayera la emoción, pero ya sin el asombro ante lo aparentemente increíble que resulta el desarrollo del planteamiento la primera vez. Sin embargo, esto no fue una decepción, porque abrió paso a lo que creo que convierte a esta película en una obra maestra, y que esta segunda vez se manifestó con mayor poderío si cabe que la primera: Su capacidad incomparable para definir el sentimiento de la nostalgia.

Y es precisamente en este aspecto donde encuentro la materia para conectar el sentimiento de la película con el del blog. El planteamiento de Inside Out lleva a la necesidad de afrontar esa nostalgia, de no huir de ella, para poder pasar la página de nuestra vida anterior e irrecuperable y seguir adelante, lo que de entrada es contrario a lo mucho que nos han hablado siempre acerca de sonreír siempre y sin más ante los malos momentos. Y sin negar en absoluto esa valiosa auto – terapia de asumir la tristeza (válida a cualquier edad, por cierto), se produce aquí la (otra) paradoja: la de la posibilidad amarga pero reconfortante de quedarse anclado a ese pasado, a esa nostalgia que nos da pena pero que sigue pareciéndonos preferible a posibles presentes más vacíos o decepcionantes, insuficientes para tener ganas de seguir. Porque en definitiva hace falta sentir para seguir, ya sea esa emoción positiva o negativa.

De ahí que a veces se pueda llegar a dudar si es del presente de lo que queremos o necesitamos escapar, o bien del pasado. No siempre estamos satisfechos de ser lo que somos, o de en qué se ha convertido nuestra vida con el paso de los años (sobre todo si teníamos otras expectativas), pero tampoco sabemos hacia dónde regresar, ni cómo volver a un estado del que nuestros recuerdos se han convertido en difusos, grises, e incluso se desvanecen como ceniza amontonados en el fondo del almacén de la memoria borrada. Todo lo que se desmorona hacia ese pozo a lo largo de la película me produce un poderosísimo sentimiento de pérdida de la inocencia, de demolición de la infancia, que todos hemos vivido, y que es representado en pantalla y transmitido con una convicción increíble. Inevitable, pero siempre triste.

Al final, la salida a este dilema anímico creo que está en una idea tan cierta como lo dicho hasta ahora, y además muy simple: Lo que nos producirá nostalgia en el futuro será lo que vivamos en el presente, así que mejor aprovecharlo ahora que cuando ya sea inalcanzable más adelante (y sin pensar tampoco mucho en ello, porque podría llevar a otro tipo de nostalgia peor: la que se proyecta hacia el futuro…)

Conclusión: En este caso, mejor vivir que escapar (pero sin olvidar del todo, ojo).