viernes, 19 de febrero de 2016

Mal de Altura, Everest 1996 y la huidiza objetividad

Prácticamente dos décadas después de la tragedia que se produjo durante las expediciones comerciales de primavera de 1996 a la cima del mundo, poco debe quedar por hablar acerca de la polémica que se generó, de los distintos puntos de vista sobre lo que pasó, y de los dos libros que se escribieron sobre aquello: “Mal de Altura” de Jon Krakauer y “Everest 1996” de Anatoli Bukreev y G. Weston DeWalt. Por eso, aunque hace poco he terminado el segundo de ellos, no veo necesario a estas alturas hacer una exhaustiva comparación de ambos (por eso, y porque el primero lo leí hace ya demasiado, y la distancia difumina demasiados detalles).

Para lo que sí me sirve reflexionar sobre las diferencias -que recuerdo- entre ambos libros es para aquello por lo que precisamente quise leer los dos: Para ver si era posible encontrar más convincente o veraz uno u otro, o -más difícil todavía- para comprobar si tal vez no tenían por qué contradecirse sino más bien mostrar dos perspectivas de una misma cosa, que es lo que uno desearía ser capaz de resolver con la misma exactitud que un problema de matemáticas (pero de resultado único, que con los sistemas de ecuaciones ya se sabe…).

Y es que con los años me siento cada vez más frustrado por la incapacidad para dar con la objetividad, con la verdad aséptica, hasta el punto de que ya no sé si ésta existe. Hace años tenía muchas cosas mucho más claras (y posiblemente estaba más equivocado en la mayoría de ellas), pero el exceso de ruido, de simplicidad y de tendenciosidad de los medios de información me ha convertido en un escéptico por puro acto defensivo. Llevo mucho tiempo proponiéndome leer las mismas noticias (dos o tres diarias) en periódicos distintos, pero luego nunca lo hago, por falta de tiempo o de dedicación. En cualquier caso, dudo que hacer eso me ayudara a acercarme más a la verdad (no creo que sea como obtener un gris de hacer la media entre el blanco y el negro); en todo caso creo que me mostraría mejor las mentiras, en el mejor de los casos. Lo que probablemente me ocurriría es que aún estaría más confuso que con un único punto de vista.

Creo que con los libros de Krakauer y Bukreev me ha ocurrido que nuevamente la verdad aséptica sigue siendo inalcanzable, y menos aún cuando se ven dos perspectivas. Y eso a pesar de que (o precisamente por culpa de que) creo sinceramente que ambas obras están tratadas con mucha mejor intención y trabajo de estudio que el que suele mostrar la prensa española en otros temas. En líneas generales, las escenas comunes narradas por ambos autores presentes en los dramáticos sucesos de 1996 en el Everest son coincidentes, más allá de detalles concretos que como dije antes no alcanzo a recordar; la diferencia está en la interpretación que cada uno hace acerca de las razones de lo ocurrido, sobre todo en base a las motivaciones de ciertas decisiones tomadas por unos u otros. Lo que habría pasado si se hubieran tomado otras decisiones, posiblemente nadie lo sabe. Es pura especulación, lo que por un lado es respetable como opinión, y por otro -precisamente por ello- no debería, creo yo, tomarse como arma arrojadiza o reproche, por ninguna de las partes (ni de quien expresa esa opinión ni de quien no está de acuerdo con ella).

Se habló de que “Mal de Altura” fue muy injusto con el guía Anatoli Bukreev. Recuerdo el libro de Krakauer caracterizado por una calidad literaria muy superior, lo que lo hacía emocionante y absorbente, y es posible que eso induzca al lector a sufrir una especie de “canto de sirenas” embaucador. Sin embargo, también recuerdo que mostraba muchos puntos de vista, muchas perspectivas de distintos participantes de las expediciones, y razonamientos diversos, no una única verdad. Cierto que en un momento dado comparaba las primeras acciones de rescate de Bukreev en el Collado Sur con las de los sherpas ensalzando a los segundos, sin luego elogiar por igual que el ruso también subió una última vez a intentar salvar a su compañero Scott Fischer; ese es quizá el único momento en el que tuve la sensación de que a Krakauer se le notaba una injusta tendenciosidad; por lo demás, no dejaba de reconocer que Bukreev también había ejecutado unos rescates muy meritorios y valerosos; el resto, en todo caso, me parecían opiniones acerca de decisiones que el propio Krakauer no acabó de compartir, y en las que seguramente podía estar más equivocado que el ruso debido a su menor experiencia, pero con las que no parecía estar diciendo al lector “esta boca es mía”. No creo que el estadounidense quisiera etiquetar a Bukreev como al “malo” del libro, como se ha dicho. Otra cosa, totalmente comprensible, es que el ruso no encontrase justo o exacto el tratamiento de Krakauer.

De hecho, en el libro de Bukreev y De Walt también se vierten bastantes opiniones acerca de decisiones ajenas, no sólo se habla de hechos objetivos. Es más, me parece que, con todo el respeto y cariño que muestra el ruso hacia su compañero de expedición Scott Fischer, no deja por ello de cuestionarse ciertas decisiones de éste último, y de hecho irónicamente trasluce más posibles errores del americano que los que Krakauer me parece que insinuaba de Bukreev en Mal de Altura, lo cual –insisto- no me parece mal, e incluso creo que es una muestra de que no tiene por qué ser algo injusto, siempre que se trate desde un buen trabajo de estudio, un razonamiento elaborado, y, sobre todo, el respeto. Todo el mundo puede equivocarse: En sus decisiones, en sus opiniones acerca de las decisiones de otros, y en las réplicas a las opiniones de otros. También podría considerarse injusto el hecho de que en “Everest 1996” se critique un error del artículo preliminar de Krakauer en la identificación de un alpinista durante un suceso concreto del descenso, y no se mencione que luego en el posterior libro “Mal de Altura” el propio Krakauer ya rectificaba ese error (el libro del americano es anterior al del ruso).

De todas formas, este libro de Anatoli Bukreev y G. Weston DeWalt, aun teniendo menor calidad literaria que el de Jon Krakauer, me ha parecido igualmente muy interesante y absorbente y, como he dicho antes, muy bien intencionado. Lo que no sabría decir, como también he manifestado antes, cuál de los dos está más cerca de la verdad. Tal vez lo estén ambos, sin darse cuenta. Lo que sería deseable es que, en el intento por buscar esa verdad, y aunque haya puntos difícilmente reconciliables, las distintas partes encontraran más luz y no más confusión. Si eso ya es difícil cuando se hace el esfuerzo de escuchar y respetar, se convierte en imposible cuando de forma premeditada no se quiere estar de acuerdo. Por eso creo que desgraciadamente sirve de poco leer dos o tres periódicos distintos en España.

Por cierto, puedo confirmar que, al lado de toda la información que dan estos dos libros, la película basada en los mismos hechos no es más que un buen tráiler con spoilers.

1 comentario:

  1. Bueno, quizá es que cada uno tiene su verdad y como tal, es subjetiva....además, como sabemos, los recuerdos no son los hechos, porque ya van sesgados...tampoco se trata de buscar culpables, se trata de aprender de lo que ocurrió y de ver que los humanos en momentos límite nos comportamos diferente.... A mi Krakauer me enamoró en Hacia rutas salvajes, tampoco soy objetiva...

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