domingo, 15 de enero de 2017

La montaña es mi reino (Gaston Rébuffat)

Este es uno de esos libros que, a los que nos gusta el montañismo, nos llaman la atención antes de leerlos sólo por su título. O al menos así me pasó a mí hace años, cuando fue la primera obra que vi nombrar de Gaston Rébuffat, en las antologías “Historia del alpinismo” de Agustín Faus o en “El sentimiento de la montaña” de Eduardo Martínez de Pisón y Sebastián Álvaro.

Sin embargo, cuando supe algo más sobre el guía de montaña y escritor francés, la opinión generalizada solía hablar de “Estrellas y borrascas” como su mejor libro, y acabé leyéndolo antes. Ahora he leído al fin “La montaña es mi reino”, pero efectivamente me ha gustado menos que aquel. Al fin y al cabo, el primero era un libro publicado por el autor en vida, y el segundo es una recopilación hecha después de su muerte por su mujer (cosa que supe más tarde), y es posible que, como en los discos de música, los de “grandes éxitos” no sean las verdaderas obras.

Lo anterior tampoco tendría por qué tener una importancia especial en el caso de Rébuffat, pues en ambos libros se narran vivencias diferentes, relatos cortos independientes, aunque unidos por un nexo en el caso de “Estrellas y borrascas”: se trata de las seis ascensiones a las seis caras norte más prestigiosas de los Alpes. Por otro lado, al menos una de ellas, la de la Cima Grande de Lavaredo, aparece en los dos libros. En “La montaña es mi reino”, las experiencias recopiladas cronológicamente van mostrando una especie de biografía montañera del autor, muy vagamente comparable a la de Lionel Terray en “Los conquistadores de lo inútil”, muchísimo más resumida, sin entrar ni de lejos en tantos detalles y, por el contrario, ofreciendo sólo las pinceladas esenciales de su vida alpina.

Al margen de todo lo anterior, si algo destaca en la forma de escribir de Rébuffat, tal y como he vuelto a percibir y disfrutar, son la elegancia de un estilo poético pero sencillo y sin rimbombancias, y la completa modestia con la que huye de darse importancia a sí mismo y a sus escaladas, poniendo siempre por delante la propia grandiosidad y belleza de la montaña como verdadero valor a conquistar cuando se juega al alpinismo. Es decir, la antítesis de lo que seguramente perciben los ajenos a este mundo, en parte por haberse transmitido mal el mensaje, o simplemente porque desde fuera todo se juzga (o lo juzgamos) como si cada cosa que hace alguien la hiciese para demostrar algo (propio) a los demás; para presumir, vaya. No es el caso de Rébuffat, que como guía disfrutaba sinceramente de ver a sus clientes cumpliendo sus sueños.

Una última reflexión, más personal, es que creo he confirmado que ya he leído bastantes libros de este tipo como para que sigan impresionándome o produciéndome tanta admiración como al principio; simplemente me entretienen y agradan, sin más. Tal vez sea cosa del momento, pero es seguro que hace años me transmitían mucho más. Lo curioso es que en este momento me ha gustado bastante más lo que antes no me parecía tan interesante: Una novela de ficción sobre alpinismo: “Nanga Parbat” de David Torres, pero eso ya lo dejo para la siguiente entrada del blog.

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